DE COMPRAS EN EL SÚPER DEL FUTURO |
El Mundo -Papel 25/10/2015 |
En vez del frutero, te atiende un robot. Y no hay estanterías, sino pantallas táctiles. Toda una experiencia futurista que no es ciencia ficción. El supermercado del futuro existe y lo hemos visitado. Y no, no nos consta que cobren por las bolsas. Cuando una piensa en una peli futurista, se imagina al prota salvando el mundo, a Harrison Ford ejerciendo de Blade Runner o a Tom Cruise evitando asesinatos antes de que ocurran. Pero cuando visualizamos a Han Solo seleccionando yogures o a Neo comprobando las calorías de la salsa boloñesa, esa ya es otra historia. Y bien turbia, por cierto. Sin embargo, al adentrarse en el pabellón 93 de la Expo de Milán, con sus 2.700 metros cuadrados, cruzarse con un replicante en el pasillo de los congelados comienza a vislumbrarse como una posibilidad un poquito más real. Los culpables de tal hazaña son, a partes iguales, la cadena de supermercados italiana Coop y la consultora tecnológica Accenture: juntos han creado el primer piloto del Supermercado del Futuro. Si lo primero que te viene a la mente al pensar en una tienda del mañana son robots, sorpresa: hay robots. Y si lo lógico es que el tema se parezca a Minority Report, sorpresa: es Minority Report. O al menos se parece en lo importante: es decir, en las pantallas guays. Hasta ahí todo en orden, nada que desentone en nuestro ideal de Tomorrowland. Y entonces, zas, primer giro de guión: adiós a las estanterías. El supermercado del futuro no tiene baldas con productos, pero tampoco tubos transparentes que depositen la comida en nuestro carro. La solución es mucho más sencilla: mesas. Efectivamente, mesas. «Buscamos que los clientes puedan verse las caras, que el supermercado sea un espacio abierto. A la gente le gusta interactuar y queremos que el momento de la compra sea una experiencia en sí misma», cuenta Marco Morchio, director de gestión estratégica de Accenture. José Francesc Valls, catedrático de Márketing de Esade, apoya su visión. «En el futuro, los supermercados se van a convertir más en un lugar de encuentro y experiencia que de parada obligatoria. No serán tanto un almacén como un lugar donde conocer nuevos productos o encontrar elementos de cocina para experimentar», apunta. Sobre las mencionadas mesas, una serie de pantallas cromadas proyectan los precios de los productos. Todo con gráficos y luces azules, muy de estética Star Trek. Y son precisamente estas pantallas el plato fuerte del lugar. Porque en una era en la que si no eres foodie (que es el sinónimo molón de «tragabolas exquisito»), eres fit (que es el sinónimo molón de «a dieta permanente»), el Santo Grial tiene forma de ficha nutricional. Por eso, con sólo apuntar con el dedo al producto deseado, un dispositivo kinético reconoce nuestra mano y envía la información a la pantalla. En menos de un segundo encontramos el precio y la información ampliada del producto en cuestión: calorías y demás datos nutricionales, origen y hasta huella de carbono (los gases de efecto invernadero que se han emitido al producirlo). La cosa se pone entretenida y la gente maravillada apunta en todas direcciones a modo de tío Sam desorientado. «En un mundo globalizado, los consumidores tienen cada vez más información y, por ello, son más sensibles al efecto en su salud de los alimentos que consumen que, cada vez más, influyen en sus decisiones», comenta al respecto Ignacio García Magarzo, director general de la patronal de supermercados Asedas. Pero pasemos a la sección de frutería porque el espectáculo sigue: por fin, los ansiados robots. Aquí, la afable frutera ha sido sustituida por un brazo hidráulico que mete manzanas en cajas de comida china. Nada tiene mucho sentido, pero el guía se apresura y aclara la escena: «Esto es un prototipo de demostración. En el futuro, podrás ordenar tu cesta de fruta personalizada desde la app, para que cuando llegues esté preparada». Plátanos ad hoc, que dirían los gurús. Y entonces, si se logra despegar la vista del hipnótico movimiento de la garra hidráulica, el clímax final: una macropantalla situada en lo alto de la pared principal del recinto despliega las estadísticas de consumo del supermercado. Desde qué productos están teniendo más éxito en cada categoría, hasta cuáles son los que más interés despiertan a golpe de dedazo. El comprador se convierte así en una suerte de bróker de abastos en el que las acciones se sustituyen por macarrones. ¿Y quién no ha querido ser bróker? ¿A quién no le gustan los macarrones Pues eso. Lo extraño de todo esto es que pese a las bombillas led, las mesas perfectamente ordenadas y las máquinas autómatas, el concepto sigue manteniendo un cierto aura de realidad. Será por eso de que los productos son los de siempre, pero puede que también porque nada es descabellado. «Esto es el supermercado del futuro, pero del futuro cercano. Queremos empezar a implementar muchas de estas mejoras a partir del año que viene. Empezaremos poco a poco, con algunos centros clave, para luego expandir el modelo a toda la cadena», explica Alberto Pozzi, Managing Director de Accenture. Ante tal panorama, las preguntas son obligadas: ¿Cuánto cuesta? ¿Podremos verlo en España? A la primera, Accenture no da una cifra clara, pero tras un poco de insistencia, Pozzi redondea: «Un centro como éste se situaría en torno a los 13 millones de euros». Habrá que especular mucho con esos macarrones entonces. Y en cuanto a la situación nacional, según Francesc Valls, tocará esperar: «Tardará, porque por ahora la distribución sigue enfocada a reducir precios y el sector aún no está en condiciones de hacer grandes inversiones, pero podremos ver sorpresas encaminadas a la robotización en los próximos cinco años». De momento, la realidad es que en un sector en el que todas las miradas apuntan al modelo de compra online como tendencia lógica, el prototipo de Coop apuesta por otra tecnología mucho más tangible. Y, tendencias aparte, nadie puede discutirle el más de un millón de visitantes que acumula el modelo de la Expo desde que abriera sus puertas en mayo. Al fin y al cabo, tal y como explica Adam Sedo, de Amazon: «Un modelo no está reñido con el otro. En el caso de Amazon, que acaba de estrenarse en la ventas de alimentación y droguería en España, ofrecemos productos de nuestro propio stock, pero también le damos la oportunidad a muchos establecimientos físicos de llegar a más gente. Así todos ganamos». Y no es el único que defiende la perfecta convivencia de las dos especies. El catedrático de Esade avala la moción: «Se combinarán cada vez más los espacios físicos con los online. No van a ampliarse solamente, sino a interconectarse». Fruteros robot y ahora resulta que con conexión a internet. Habrá que ir llamando a Neo. |
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